viernes, 5 de septiembre de 2014

SI A LA INDEPENDENCIA DE LOS CATALANES


Siento por Cataluña y por los catalanes una especial simpatía y afecto. Tengo en esa tierra muy buenos amigos y familia cercana. Viajo allí con cierta asiduidad y he pasado en Gerona algunos días de las vacaciones de este año.

Por tanto, para mí, no pasa de ser una anécdota que un chavalito de 16 años, con perilla y pendiente en la nariz me continúe hablando catalán después de advertirle en varias ocasiones y de forma educada que no entiendo su idioma. Él no tiene la culpa y lo digo sin ironía.

El sentimiento catalán es muy fácil de entender, aun sin ser catalán. Cualquier persona que nace en una tierra, siendo hijo o no de inmigrantes, siente un arraigo especial por el lugar que lo ha visto nacer. Es así de fácil. Es inherente al ser humano la nada reprochable necesidad de pertenecer a un grupo. Digo que es fácil de entender porque no es diferente al sentimiento extremeño o cántabro. 

Sin embargo hay algo que diferencia al hijo de un emigrante leonés que nace en Oviedo y al hijo de un emigrante cordobés que nace en Hospitalet: Además de sentirse catalán, el segundo no quiere ser español.

Pues bien, este sentimiento ya no es tan natural, no es innato, ese sentimiento es inducido por unos gobernantes que tienen garantizada la perpetuidad en el poder convenciendo a sus votantes de las bondades de ser un país independiente y de que el estado español les roba y merma la capacidad de prosperidad de sus ciudadanos. De esta manera obtienen un enorme rédito político y ahora también sabemos que suculentos y poco nacionalistas beneficios económicos. Evito aquí ensañarme con el ex honorable Jordi Pujol y su andorrana familia.

Es bastante revelador que la exaltación del sentimiento nacionalista se produzca en momentos estratégicos a ritmos sospechosamente electorales. Artur Mas, extraordinariamente hábil en esta técnica, provoca todas las animadversiones posibles, consciente de que todo el odio que genere en los españoles se trasforma en admiración y empatía por parte de sus paisanos, en un efectivo juego de victimismo pueril.

Esto no se lo ha inventado él, la técnica es muy antigua: Me invento un enemigo, convenzo a mi gente de que es una amenaza y me erijo como salvador de mi patria. Ya lo hizo Hitler para salvaguardar la pureza de la raza aria frente a la amenaza judía, Fidel Castro para salvaguardar Cuba de la amenaza imperialista del capitalismo gringo, los yihadistas para salvaguardar a los musulmanes de la amenaza de los infieles, etc. etc. etc. Por tanto tampoco tengo nada que reprocharle a Artur Mas, está haciendo su trabajo y muy bien.

Lo que me apena es ver como muchos catalanes, creo que la mayoría, que tienen preocupaciones mucho más importantes en sus vidas cotidianas, se vean excitados y movilizados, permitiendo que sus gobernantes conviertan una batalla política en una confrontación social. De sus discursos incendiarios, mesiánicos y victimistas sale el chaval de 16 años que en un pequeño pueblo de Gerona busca provocar al turista español, convertido conveniente y estratégicamente en su enemigo, en una suerte de guerrilla que cala directamente en todo el estrato social catalán. Por supuesto que tampoco es admisible una lucha político militar, pero creo que Artur Mas está consiguiendo lo que parecía imposible: Que un español sienta más animadversión al ver una Estelada que una Ikurriña.

Personalmente quiero que Cataluña siga siendo española, no encuentro motivo para no poder seguir siendo bien avenidos vecinos y compatriotas. Confío mucho en Cataluña y en sus ciudadanos. Confío en  la independencia de sus sentimientos,  en la independencia de sus  opiniones, en la independencia de la ciudadanía, en la independencia sí; pero en la independencia frente a las oportunistas e interesadas manipulaciones de sus gobernantes.

Miguel Ángel Uribe Martínez

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Solo podrán hacer comentarios los usuarios que se identifiquen