domingo, 1 de abril de 2012

Alberti, Huércal Overa y el concejal miope


ANTONIO LAO | ACTUALIZADO 01.04.2012 - 01:00
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UN dicho popular asegura que "cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas". El refrán le viene que ni pintado al concejal del Partido Popular de Huércal Overa Antonio Lázaroque, ante la escasez de presupuesto, su miopía política y su más que dudosa gestión, va a a pasar a la historia como el "demócrata" que arrancó el nombre de Rafael Alberti del teatro municipal, sin encomendarse al Pleno, ni a sus vecinos. 

Sólo su personal capricho, su incapacidad manifiesta y la aquiescencia del alcalde, han llevado a que ordene a los funcionarios municipales quitar las letras de la fachada del teatro, birlar el nombre a los vecinos y hacerse famoso en todo el país por sus dotes de prestidigitador de pacotilla, incapaz de sacarse de la chistera algo más de una gaviota, usurpando a un pueblo el nombre de un poeta universal como Alberti, más allá de sus connotaciones políticas y su lucha contra el franquismo, algo que le valió vivir en el exilio gran parte de su vida. 

Todos esos méritos no han sido suficientes para un concejal de Cultura que parece incapacitado siquiera para gobernar la comunidad de vecinos de su edificio, con una cortedad de miras preocupante y con unas dotes de mando en plaza alejadas de lo coherente, lo justo y lo razonable, que sin encomendarse a nadie ha roto lo más sagrado de la democracia, que no es otra cosa que el sometimiento de las decisiones a la voluntad de sus vecinos. 

Si el pueblo se pronuncia sería aceptable el atropello que ha perpetrado. Pero nunca antes de consultarlo. Luego están sus compañeros de partido. Muchos de ellos han mirado para otro lado, quizá temiendo que se marche, como ya lo ha hecho en otras ocasiones, del Partido Popular y los deje en minoría en el Ayuntamiento. 

En política, como en la vida, no vale todo. Y en este caso, el juego atroz en el que se ha colocado el señor Lázaro tiene multitud de aristas, multitud de opiniones y alguna que otra justificación. Pero tras escucharlas todas y conociendo cómo se han desarrollado los acontecimientos, todo apunta a que el señor edil ha hecho de su capa un sayo y ha actuado de forma arbitraria, vamos una cacicada.

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