domingo, 19 de junio de 2011

.José Antonio Jesús García se ve reflejado el recuerdo imborrable de su pueblo natal, Huércal-Overa

Un escritor ilustre de España anclado en el sur.


2011-06-19 00:00:00













                                                        José García nació en Andalucía, España, pero desde los cinco años vive en Argentina. El amor por el terruño de su infancia se ve reflejado en sus páginas, donde rinde homenaje a la familia, las pasiones y la identidad cultural. 

En las páginas de los cinco libros que lleva editados José Antonio Jesús García se ve reflejado el recuerdo imborrable de su pueblo natal, Huércal-Overa, en la provincia de Almería. Tuvo una infancia sencilla, muy humilde, en una España abatida por la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil que padeció ese país.

El amor por las letras le llegó inesperadamente, impulsado por el amor y la imagen de aquel pueblito que había dejado lejos. El flamenco, la música, los toros, la abuela paterna y el suelo árido donde dio sus primeros pasos dicen presente en las poesías que suele recitar en las tantas tertulias de las que participa.

En esta entrevista José le relata a Info Región su pasión por las palabras, el recuerdo de patria, y el tema del desarraigo, que tanto aqueja a miles de españoles en nuestro país.

-¿Cómo fue la infancia en España?

-Nací en 1943, en la provincia de Almería, que forma la región autónoma de Andalucía. Tuve una infancia dura y pobre, en medio de la posguerra. Se nos juntó la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española. Mi pueblo se llama Huércal-Overa, con el tiempo llegó a ser el segundo distrito después de la capital. Vivíamos junto a mis padres Beatriz y Francisco en las afueras, en una pequeña finca, donde mi papá trabajaba de agricultor, en una provincia extremadamente árida, a veces no llueve por años. Paradójicamente, a partir de riegos, se convirtió en una de las principales zonas agrícolas de España. Mis papás decidieron venirse a Buenos Aires, por temas de salud de mi madre. Entonces mi padre se dedicó al comercio, tuvo un almacén de ramos generales.

-¿Vivió en muchos lugares en Argentina?

-Cuando nos fuimos de España nos radicamos en Río Negro, luego me mudé a Victoria, a Beccar, a Pacheco; luego viví en Villa Urquiza para anclar en José Mármol. A veces me pregunto de dónde soy, y siento algo de envidia de las personas que se sienten arraigadas a un solo lugar. No tengo raíces en ningún lugar, sino en muchos. Tengo una mezcla de identidad. No puedo evitar reconocerle a esta nación que le debo todo. Lo digo con mucho orgullo, conozco estas tierras como la palma de mi mano y la quiero mucho.

-¿Cómo nació su amor por la escritura?

-Empezó de joven. Llevaba siempre un grabador en el auto, así podía registrar lo que se me ocurría. La poesía nace de cualquier momento, hay que ver lo que hay alrededor de uno. El poeta tiene que ver qué pasa, sino no se encuentra la motivación. El primer libro me llevó un año y medio de trabajo, y los otros cuatro se generaron uno por año.

-¿Qué poeta influyó en su obra?

-Soy seguidor de la obra de Manuel Benítez Carrasco, nació y murió en Granada, es casi contemporáneo de Federico García Lorca. Probablemente su obra no se conozca porque le gustaba más declamar. Las letras son las que más me han marcado y he leído. En ese mismo estilo está Rafael de León, Manuel Machado, y otros. Algo de Lorca también me influyó. Soy autodidacta, escribo porque leo, jamás hice un curso de poesía, ni taller. En Argentina me gustó la poesía tradicional gauches- ca, como la de Ricardo Güiraldes, entre otros.

-¿Qué significa para usted el flamenco?

-En Andalucía se aprende a bailar y a cantar antes que a caminar. El más tradicional es la sevillana, que tiene variaciones según la región. Se forman las parejas, como aquí cuando se baila una chacarera o un gato. Con 4 años también participaba de esos bailes. Cuando uno nace en aquella tierra irremediablemente el flamenco lo lleva en el alma.

-¿Ha vuelto a España?

-Sí, la primera vez fue en 1979. Mis padres nunca lo hicieron. La primera vez que fui, busqué mi pueblo. Estaba casi igual de aquel día en que nos fuimos. Incluso presenté mi libro allí. Tuve una sensación extraña, me sentí un extranjero en mi propio país. Tenía la sensación de que la gente se iba a dar cuenta de que había llegado, pero ellos, por mi acento, decían que era “sudaca”. En la plaza de toros me pasó algo muy emocionante, y cuando volví a sentarme allí, como huésped de honor, recordé aquella vez que fui con mi abuela paterna a ese lugar, cuando era pequeño. La vi a la abuela, sentada allí, como cuando era chico. Por ella guardo un recuerdo muy especial. Recuerdo el día en que nos fuimos del pueblo, en un camión, con todos los bártulos debajo, y mirando a lo lejos la gente que nos despedía, llorando.

-¿Cuál es el recuerdo de su padre?

-Está presente en mis poesías, en las dedicatorias. Mi padre hizo todo lo que tenía a su alcance para que estemos bien, incluso quería ayudarme a estudiar una carrera universitaria, pero yo no quise. Era muy vago para estudiar, con buena capacidad, pero no me gustaba. Yo sólo renegué de mi padre esa falta de sinceramiento, ese orgullo que le impidió expresarse conmigo.

-¿Qué deseos tiene para el futuro?

-Seguir siendo feliz, tener trabajo, a mi mujer Isabel, que me acompaña a todos lados y me apoya en mi vocación. Tener los años que tengo, sanos. Me gustaría que Argentina encuentre su rumbo.

Beto Solas.

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